Keynes:
teoría y política.
Profesor:
José Guillermo Peláez Gramajo.
1. Introducción
Lord
John Maynard Keynes, el economista más influyente del siglo XX
encabezó como nunca antes, una critica aguda del paradigma económico
dominante en su tiempo: la teoría clásica
(bajo el cual él fue educado), en cuanto a su utilidad teórica y
práctica, en virtud de que, los supuestos de ésta eran (y continúan
siendo) muy restrictivos y poco acordes con los hechos económicos,
los cuales Keynes contrasta con sus propias proposiciones. Este
célebre proyecto teórico y político,
está plasmado en sus dos obras principales El
tratado de la moneda y
La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.
La
fuerza de Keynes debe estar en tres líneas fundamentales, a saber:
crítica a la teoría ortodoxa, política económica y sugerencias de
su propuesta ¿Cuál es la teoría a la que se opone Keynes? Por un
lado existe una oposición abierta a la ley de
Say; esta ley expresa que la oferta crea su
propia demanda, al mismo tiempo, también se rechaza la idea según
la cual el sistema capitalista no tiene un mecanismo de auto-ajuste
de los mercados.
La teoría de Keynes se ubica en la macroeconomía,
fruto de este autor. La lectura de la ley de Say en términos de
oferta que crea su demanda,
se traduce en que el ingreso de la producción
financia las compras expresadas por la demanda.
Por consiguiente, la subordinación a la ley de Say para explicar el
nivel de actividad económica, implica restringir el análisis a los
factores que determinan la oferta, pues la demanda no interesa en
estas circunstancias.
Por otra parte, el ataque frontal al mecanismo de
precios que ajustan los mercados, ubica la teoría de Keynes en el
marco del estudio de las ineficiencias de los mercados, rechazando el
argumento normativo de la eficiencia. La mejor expresión de la
ineficiencia es el despilfarro de recursos que genera el desempleo de
éstos. En 1934 Keynes ofrece
una conferencia radiofónica titulada:
Poverty in Plenty:
is the economic system self-adjusting?
En ella (al igual que en la teoría
general) divide a los economistas en dos grandes escuelas de
pensamiento económico, a saber: los que creen que el sistema
económico tiene un mecanismo de auto ajuste y los que rechazan esta
idea. La primera escuela es la dominante y los mejores intelectos
trabajan en ella, además es la escuela que está en la base del
pensamiento habitual. En el otro lado está una minoría calificada
como “herética”
que piensa que los hechos muestran que el mundo no se comporta como
lo formula la escuela dominante. Sin embargo, éstos últimos nunca
han tenido éxito en golpear a la "cittadella"
(ciudadela) del pensamiento ortodoxo, en virtud de que aceptan sus
premisas, ya que su instinto es más fuerte que su lógica. Keynes se
reclama herético y considera que lo fundamental es la crítica de
cittadella. La teoría
neoclásica del tiempo de Keynes (al igual que la contemporánea) no
negaba la existencia del desempleo, todos lo constataban, la
diferencia viene por el lado de la explicación, i.e. el debate está
en la teoría. Analicemos entonces las posiciones teóricas de Keynes
para ubicar sus dificultades, limitaciones y desafíos.
2.
Teoría del Desempleo: la propuesta de Keynes versus la Neoclásica.
La
controversia es, no solamente respecto a la explicación del
desempleo (máxima expresión de la ineficiencia de los mercados),
sino sobre todo, en lo concerniente a la existencia del desempleo
involuntario. ¿Dónde está el debate? Los neoclásicos argumentan
que, cuando hay plena flexibilidad de precios y salarios, se converge
automáticamente al equilibrio de pleno
empleo1.
Pero Keynes no está de acuerdo con esta idea, él arguye que en
general, se converge a un equilibrio
ineficiente, el equilibrio
eficiente es posible, pero sólo como un
resultado particular.
Como consecuencia, los neoclásicos buscan políticas
flexibilizadoras de precios y salarios para garantizar la eficiencia.
Keynes busca establecer una política económica que guíe a la
economía del equilibrio con desempleo al equilibrio con pleno
empleo. La parte controversial del ensayo de Arthur Cecil Pigou2
en respuesta a la Teoría General,
examina el impacto de una reducción general de salarios monetarios
sobre el empleo bajo condiciones de competencia perfecta. En esa
misma revista (E. J.
1937), su editor, Keynes investigó los efectos de la reducción de
los salarios monetarios por medio del examen de sus impactos sobre la
propensión marginal al consumo, la eficiencia marginal del capital y
la preferencia por la liquidez, que en su conjunto determinan el
nivel de demanda efectiva: su teoría del
empleo propuesta en la Teoría
General (1936). En efecto, Keynes es enfático
respecto a que,
“El análisis respecto a la propensión a consumir, la definición
de eficiencia marginal del capital y la teoría de la tasa de
interés, son las tres lagunas principales de nuestros conocimientos
actuales, que es necesario llenar. Cuando esto se haya logrado
encontraremos que la teoría de los precios ocupa su lugar apropiado
como subsidiaria de nuestra teoría general3”.
En su análisis, Pigou ignoró esta estructura teórica
de la teoría del empleo de Keynes. También hay que recordar que en
el capítulo XIX de la Teoría General,
Keynes ya se había ocupado de estudiar el asunto de la flexibilidad
de los precios, añadió ahí mismo, un apéndice en el cual examina
la propuesta que Pigou proporciona al respecto. En este sentido,
Keynes debate con el último eslabón de la cadena de lo que él
considera “los economistas clásicos”:
“... denominación inventada por Marx
para referirse a Ricardo, James Mill y sus predecesores
... Me he acostumbrado, quizá cometiendo un solecismo, a incluir en
‘la escuela clásica’ a los continuadores
de Ricardo, es decir, aquellos que adoptaron y perfeccionaron la
teoría económica ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J. S. Mill,
Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou”4.
En 1936, Keynes argumentaba que,
“Solamente en una sociedad autoritaria, en la que pudieran
decretarse cambios sustanciales y completos, podría funcionar con
éxito una política de salarios flexibles. Se la puede imaginar
operando en Italia, Alemania o Rusia; pero no en Francia, Estados
Unidos o Gran Bretaña... Los políticos tienen derecho a quejarse de
que los salarios nominales deberían ser flexibles; pero un teórico
debe estar preparado para enfrentarse indistintamente con cualquier
estado de cosas. Una teoría científica no puede pedir a los hechos
que se ajusten a sus propias hipótesis”5.
La crítica ortodoxa dirigida a Keynes, es que toda
solución del modelo con desempleo depende de la rigidez salarial,
con lo cual es factible la solución de insuficiencia de demanda
efectiva que se traduce en desempleo.
Es decir, hay desempleo, en virtud de que existen salarios rígidos.
Luego, los neoclásicos añaden ¿Puede utilizarse este resultado en
contra de la teoría neoclásica? Y responden que, evidentemente no,
por el supuesto de rigidez salarial. La teoría neoclásica supone
que la flexibilización de precios y los salarios, en una situación
de desempleo implican una disminución del salario monetario, con lo
cual disminuyen los precios y así el valor nominal de la renta, esto
eleva la demanda de dinero con fines especulativos, i.e., disminuye
la tasa de interés y por ende se eleva la inversión, que desemboca
en una elevación de la demanda de trabajo hasta el punto en el cual
se equilibra el mercado laboral. Esto es lo que se conoce como efecto
Keynes. Paradójicamente, de acuerdo con este
argumento neoclásico, tendría que generarse un modelo económico
que rompiese con dicho efecto y que permitiera tener una economía
con equilibrio, pero, al mismo tiempo, con desempleo. En este mundo
neoclásico, el problema fundamental al que se enfrentaría la teoría
keynesiana es demostrar que a pesar de que el salario real caiga el
desempleo subsiste.
Pero, en nuestra opinión, este razonamiento tiene una
trampa fundamental. En efecto, el problema de este argumento
neoclásico radica en que la consecuencia depende críticamente no de
una demostración científica ni de un hecho constatado sino de un
postulado: el supuesto de plena flexibilidad
de precios y salarios6.
Los precios son flexibles en una teoría cuando la formación de
éstos es endógena a dicha teoría y no como resultado de un
postulado ad hoc7.
Hasta la fecha, carecemos de una teoría de la formación de los
precios, Walras que estaba conciente de este problema sugirió la
figura ficticia de un subastador
que anuncia a los agentes económicos un vector de precios. La
tradición neoclásica ha seguido aplicando este argumento, aunque K.
Arrow y F. Hahn señalan que la ficción del subastador es muy seria,
ya que sin ella tendríamos que encarar la paradoja de que un
competidor cambia los precios que se supone toma como dados8.
3. Teorías de la tasa de interés
La
teoría de la tasa de interés constituye un punto clave del debate
entre Keynes y la ortodoxia neoclásica, todo lo demás es producto
de la teoría de la tasa de interés que se asuma. Más aún, la
teoría de la tasa de interés desempeña un papel crucial en el
proyecto y el programa de investigación de J.M. Keynes.
¿Debería
estimularse o no el consumo para elevar el nivel de inversión
privada con el objeto de alcanzar el desarrollo productivo deseado?
La historia de los últimos 70 años ha demostrado que la teoría
económica no tiene posibilidad de dar una respuesta que sea aceptada
y deje satisfechas a ambas propuestas de política económica. Por el
contrario la teoría nos ofrece un cuadro ambiguo y contradictorio.
El argumento ortodoxo es que la tasa de interés es la
variable que permite el ajuste de la demanda de inversión de
recursos a su correspondiente oferta (ahorro social de recursos), lo
cual implica que, para todos los niveles de producción, la oferta y
la demanda de recursos tienen el mismo nivel. En efecto, el esquema
la teoría neoclásica asume que el nivel de inversión está
determinado por el nivel de ahorro decidido por la comunidad en su
conjunto (la ley de Say). La idea según la cual las
decisiones de inversión tienden a igualarse a las decisiones de
ahorro, se soporta en el supuesto de la elasticidad de la función de
demanda de inversión con relación a la tasa de interés.
Es decir, cualquier acto de ahorro automáticamente
rebaja la tasa de interés, lo cual a su vez, estimula
automáticamente la producción de capital. Entonces, lo que se
requiere es precisamente que la tasa de interés disminuya para
alentar la inversión. Estamos ante un proceso autorregulador (la
mano invisible de Smith) que no necesita ninguna intervención
especial de la autoridad monetaria. Visto en sentido contrario, este
análisis dice que una actitud adicional de inversión por fuerza
produce un alza en la tasa de interés, si no existe un cambio en la
inclinación al ahorro para neutralizar el incremento de la
inversión. La tasa de interés es el precio de los recursos para
invertir, que iguala la oferta y la demanda de dichos recursos, sus
variaciones obedecen el juego de las fuerzas de ese mercado de
recursos y se detiene, en el punto donde se igualan la inversión con
el ahorro social.
Keynes muestra la fragilidad de la respuesta neoclásica
a la pregunta respecto a ¿cómo elevar el nivel de inversión? Él
considera necesario examinar el impacto del consumo sobre el nivel de
inversión. Su crítica a la función de ahorro neoclásica, ,
radica en que ésta le da demasiado peso a la influencia de la tasa
de interés sobre la propensión a consumir y su corolario la
propensión al ahorro, siendo que la variación en el nivel de
ingreso tiene más influencia sobre el ahorro, pues éste último
sale de un nivel de renta dado. Su análisis del equilibrio entre
ahorro e inversión, sustentado la tasa de interés, muestra que hay
más incógnitas que ecuaciones. El equilibrio sólo se puede
determinar si se desplaza a y el ingreso no cambia, o sea, si , lo
cual no tiene sentido económico porque la idea de una renta
constante no es compatible con el hecho de que ambas curvas pueden
desplazarse independientemente una de la otra. Si alguna de estas
curvas se mueve el ingreso se modificará y todo el argumento
construido bajo el supuesto de un ingreso dado se colapsa. Por lo
tanto, es una teoría indeterminada.
Pero, aún hay más, pues Keynes analiza dos propuestas
muy comunes que la teoría ortodoxa ha pasado inadvertidas sobre este
aspecto del debate de los años 30’s del siglo XX. La primera
consiste en haber aceptado la idea de Gustav Cassel, respecto a que
no hay ninguna seguridad de que, dado cierto ingreso la propensión
al ahorro se incremente siempre que la tasa de interés aumente. En
cambio, dice Keynes, no hay discusión alguna, con relación a que la
demanda de inversión de recursos disminuye cuando sube la tasa de
interés. Sin embargo, si la curvas e se desplazan hacia abajo
cuando se incrementa la tasa de interés, no es para nada evidente
que una de estas curvas cortará a la otra en alguna parte
específica, lo cual demuestra que la demanda de inversión de
recursos y la oferta (ahorro social) de los mismos, no pueden ser las
únicas que determinen la tasa de interés.
La segunda propuesta nos sitúa fuera de la órbita de
la teoría del valor y la distribución, es decir, teoría de los
precios. Es una propuesta ubicada en el terreno de la macroeconomía
a partir de Keynes, o sea en el terreno de la teoría monetaria antes
de él9.
Por su importancia en la propuesta teórica de este autor, nos
detendremos en su análisis específico en lo concerniente a la tasa
de interés, pero, en otro artículo que estamos elaborando haremos
una discusión más profunda del problema de la vinculación entre la
teoría de los precios y la teoría monetaria en la época del debate
y su trascendencia contemporánea a los problemas entre la micro y la
macroeconomía: lo que Keynes denomina con ironía como libros I y II
respectivamente, en otras palabras, entre la teoría del valor y la
teoría monetaria inspirada, esta última, en la teoría cuantitativa
del dinero.
En efecto, Keynes señala que también ha existido el
supuesto habitual (en el libro II), de que el incremento de la
cantidad de dinero, tiende, por lo menos en el corto plazo, a
disminuir la tasa de interés, el ejemplo clásico es el de las
operaciones de mercado abierto. Sin embargo, añade, no se ha
explicado (en el libro I), por qué razón una variación en la masa
monetaria deba afectar a la demanda de inversión de recursos o al
deseo de ahorrar a partir de un ingreso dado. Entonces, por una parte
estamos, frente a una teoría de la tasa de interés del libro I
(teoría del valor y la distribución), totalmente distinta y
divorciada de la teoría del libro II (teoría monetaria). En lo que
a la escuela clásica concierne, ésta no se inmutó ante este
conflicto entre sus proposiciones de la teoría de los precios por
una parte y de la teoría monetaria por otra, por su parte, después
de Keynes, la escuela neoclásica se ha extraviado aún más, pues
sus esfuerzos por tender puentes entre ambos libros han ido en otra
dirección10.
En cambio, durante su vida, Keynes debatió con las
tentativas neoclásicas para tender puentes entre la teoría del
valor y la distribución y la teoría monetaria, particularmente con
F. Hayek. Esas tentativa condujeron a “las
peores confusiones al
inferir dos funciones de abastecimiento de la demanda de inversión
de recursos”11:
el ahorro social propiamente, de los cuales se ocupa la escuela
clásica en el libro I, más el monto disponible que emerge de la
política monetaria expansiva, el cual se equilibra por la vía de
impuestos públicos, es decir, el denominado ahorro
forzoso en el libro II. El resultado de estas
ideas neoclásicas desemboca en la existencia de una tasa “natural
o neutral” de equilibrio, que es la que
hemos referido en el contexto clásico de la teoría del valor, como
mecanismo de ajuste entre ahorro e inversión, sin la presencia del
ahorro forzoso;
“y finalmente, suponiendo que tengan razón desde el principio, a
la solución más obvia de todas, o sea, que si la cantidad de dinero
pudiera conservarse constante en cualquier circunstancia, no
se presentaría ninguna de estas complicaciones, pues dejarían de
ser posibles los males que se cree resultan del supuesto de exceso de
inversiones sobre los ahorros propiamente dichos”12.
La conclusión de Keynes es contundente, el defecto del
análisis ortodoxo estriba en la incapacidad para separar las
variables dependientes de las independientes en la teoría de la tasa
de interés. El ahorro y la inversión son variables determinadas
(dependientes) no determinantes.
Keynes
crea una nueva teoría de la tasa de interés, la cual se formula por
medio de la teoría de la preferencia por la
liquidez. Para Keynes la tasa de interés no
es recompensa al ahorro o a la abstinencia, "...porque
si un hombre atesora sus ahorros en efectivo no gana interés13";
para él, ésta es la recompensa por la privación de liquidez
durante un período determinado.
"La tasa de interés no es 'precio' que pone en equilibrio la
demanda de recursos para invertir con la buena disposición para
abstenerse del consumo presente. Es el 'precio' que equilibra el
deseo de conservar la riqueza en forma de efectivo, con la cantidad
disponible de éste último14".
Por consiguiente, son dos los factores los que
determinan la tasa de interés de equilibrio: la preferencia
por la liquidez y la cantidad
de dinero, .
El estudio serio de esta teoría es una pretensión que está fuera
del presente ensayo. Sin embargo, podemos adelantar que dicho estudio
se sitúa en la articulación de la macroeconomía con la
microeconomía.
4.
Estado Actual del Pensamiento Keynesiano y sus Perspectivas
Es
importante señalar que no existe un modelo keynesiano estándar para
el debate. Existen modelos ortodoxos que proporcionan resultados
keynesianos, obtenidos sobre la base de hipótesis de la teoría
keynesiana. Pero hace falta ubicar sin ambigüedades la posición de
Keynes para luego deducir una línea de investigación.
La persistencia increíble de distintos discursos
keynesianos refleja que ha habido en la corriente keynesiana una
incapacidad por construir un modelo único y bien definido. Aún así,
el interés de esta teoría radica en dos razones básicas, a saber:
la actualidad teórica, empírica y el diagnóstico de la coyuntura
actual por un lado, y la inconformidad con los clásicos y
neoclásicos por otro.
4.2
¿Qué Hacer con Keynes?
Todas las escuelas keynesianas rechazaron el punto
fundamental de su propuesta: la teoría del interés; sin embargo, no
fueron capaces de construir otra en el sentido que la tasa de interés
sea una variable monetaria. Las dificultades que presenta la teoría
del interés de Keynes son tres:
- No puede soportar el peso que Keynes quiere meter sobre ella respecto a la independencia de ésta con relación al ahorro.
- La tasa de interés depende de la posición en la curva de demanda de dinero, es decir, la preferencia por la liquidez, pero lo único que se sabe sobre esta curva es que está parametrada por la tasa de interés.
- La tasa de interés de hecho no es monetaria, sino que existe en el mediano y largo plazo una tasa de interés de títulos y de deuda pública que regula a ahorristas y a las empresas. Es decir, es más bien una teoría monetaria con una tasa financiera, ya que ésta última no regula relaciones entre los bancos. Hay poco lugar para los bancos en la Teoría General, no así en el Tratado de la Moneda, es una falla de la primera.
Por estas razones la teoría keynesiana del interés es
rechazada unánimemente por todos los economistas, incluso los
keynesianos. Ante esto Keynes respondía que,
- La relación entre ahorro e inversión es indirecta (respuesta trivial que no vale nada).
- La tasa de interés se debe determinar por la inversión corriente, la cual se determina antes de que se conozcan los ingresos. Hay una tasa de interés exante y otra expost que equilibra las relaciones al determinar el ingreso (esto dinamiza el modelo por incluir una temporalidad).
- Este último argumento está en el Tratado de la Moneda en respuesta a Robertson y dice que el mercado donde se forma la tasa de interés es un mercado de acervos y no de flujos.
Los dos últimos puntos tienen sentido y pueden abrir la
brecha para un modelo de reproducción del capital como en la teoría
clásica,
Clásicos: Producción Circulación Producción
(producción de mercancías con mercancías).
Keynes: Inversión Formación y Circulación del
Ingreso Inversión. La idea sería intentar construir un modelo de
producción financiera del capital dando una noción de equilibrio.
No sería un equilibrio walrasiano de oferta y demanda, ni un
equilibrio ricardiano, la condición de equilibrio debe de ser sobre
el valor agregado del capital, esto daría un contenido analítico a
la teoría del interés de Keynes, pues extendería la ley de oferta
y demanda a la moneda.
- Conclusiones
La relevancia de todo lo examinado en este homenaje a los 70 años de la publicación de la Teoría General, radica en su importancia teórica y empírica. En efecto, Keynes argumenta que ha sido una constante un principio económico de acuerdo con el cual, los economistas han asesorado a los políticos diciendo que, ceteris paribus, un descenso en el consumo generará una disminución de la tasa de interés, en cambio, un incremento en la inversión tenderá a incrementarla. Pero si lo que el ahorro y la inversión determinan no es la tasa de interés, sino el nivel de actividad económica, i.e. el nivel de ocupación, la visión que se tiene del sistema económico se modifica radicalmente. Entonces, una propensión al consumo en descenso será interpretada de manera totalmente distinta cuando, en lugar de considerarse como un factor que, ceteris paribus, incrementa la inversión, se interpretará como factor que, ceteris paribus, genera una contracción del nivel de empleo15.
Keynes
tiene razón cuando argumenta que, existe también una relación dual
entre la teoría de los precios y la teoría monetaria, por lo menos
en el nivel teórico, entre los resultados que produce sobre la tasa
de interés una reducción de los salarios, manteniendo constante la
masa monetaria, con los resultados que se derivan también sobre la
tasa de interés frente a un incremento en la cantidad de dinero sin
variación de los salarios. Por consiguiente, los argumentos
ortodoxos que se esgrimen como limitaciones de la política monetaria
para incrementar la inversión a su nivel óptimo en el libro II (en
particular los efectos perturbadores sobre el nivel de confianza), se
aplican mutatis mutandis, a la idea de la flexibilidad de
precios y salarios en el libro I. No es para nada evidente que una
política de salarios flexibles tiene la capacidad de mantener
constantemente el sistema económico en pleno empleo, tampoco una
política monetaria de operaciones de mercado abierto puede lograr
este objetivo sin ayuda complementaria: los fundamentos del ajuste
automático no están garantizados con estos postulados. Pero,
“Teniendo en cuenta los grandes grupos de
ingresos que son comparativamente inflexibles, medidos en dinero,
solamente una persona injusta puede preferir una política flexible
de salarios a una monetaria de la misma clase, a menos que pueda
señalar las ventajas de la primera que no sea posible obtener con la
segunda”16.
Finalmente,
a quienes regatean los méritos teóricos de la Teoría General
debemos advertirles que a partir de su publicación, los economistas,
políticos y público en general, hablan de microeconomía y
macroeconomía tal como lo propuso Keynes.
3.
Bibliografía
- Arrow K. and F. Hahn (1971) General Competitive Analysis, Advanced Textbooks in Economics, Editors C. J. Bliss and M. D. Intriligator, North-Holland, Sixth printing 1991.
- ---------------(1982b). Dinero e inflación. Antoni Bosch, editor, traducción de la obra original.
- Keynes J. M. (1934), “Poverty in Plenty: Is the Economic System Self-Adjusting?”, The Listener, November 1934.
- _______(1936), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica, Cuarta edición (corregida y aumentada), 2003.
- _______(1937), “Alternative Theories of the Rate of Interest”, The Economic Journal, Cambridge, University Press, June 1937.
- _______(1937), “The General Theory of Unemployment”, The Quarterly Journal of Economic, Cambridge, Cambridge University Press, February 1937.
- Pigou, A. C. (1937), “Real and Money Wage Rates in Relation to Unemployment”, The Economic Journal, 47 (187), pp. 405—22.
- _______(1938), “Money Wages in Relation to Unemployment”, The Economic Journal, 48 (189), pp. 134-38.
1
Todos los economistas, clásicos y neoclásicos, pensaron que ese
mecanismo de ajuste existía: la competencia como mecanismo de
ajuste de precios y cantidades. Sin embargo, esto es un
postulado en virtud de que carece de una demostración.
2
Pigou, A. C. (1937).
3
Keynes, J. M. (1936) pp. 61.
4
Keynes, J. M. (1936) pp. 37.
5
Keynes,, J.M. (1936), pp. 259-265.
6
Véase la parte final de la cita asociada al pie de página
anterior.
7
Véase Hahn, F. (1982), pp. 38-39.
8
Arrow, K. and F. Hahn (1971), pp. 322.
9
Keynes propuso que, la separación de la economía entre teoría del
valor y la distribución por un lado y teoría del dinero por otro
era una separación falsa, en vez de esto propuso que la “dicotomía
correcta” era entre microeconomía y macroeconomía, lo cual
constituye una señal inequívoca del triunfo de la revolución
científica de este autor, para una discusión amplía de este tema,
véase las páginas 281-82.
10
Estoy haciendo referencia a los intentos fallidos por darle micro
fundamentos a la macroeconomía. Ahora, algunos pretenden invertir
los papeles y sugieren la idea de dar fundamentos macroeconómicos a
la microeconomía.
11
Keynes, J. M. (1936), pp. 186.
12
Ibidem.
13
Keynes, J. M. (1936), pp. 151.
14
Keynes, J. M. (1936), pp. 152.
15
Véase Keynes, J. M. (1936), pp. 187-88.
16
Keynes, J. M. (1936), pp. 258.
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